Intenté convencerle de que no lo hiciera, traté de advertirle, enumeré una y mil veces las posibles consecuencias. Yo nunca he copiado ¡jamás en la vida, lo juro! aunque sí he robado cosas a mis compañeros, a veces hurgo en sus mochilas, pero siempre estando bien seguro de que nadie mira.
Intenté convencerle, pero no hizo caso. En lugar de estudiar pasó las dos semanas previas al examen tallándose las respuestas en los huesos cúbito y radio de su brazo izquierdo, lo hacía con el cúter de manualidades, uno muy fino y endeble que se le estaba rompiendo todo el rato, y se limpiaba las astillas de hueso soplando, y también hacía montoncitos con ellas, como con las virutas del sacapuntas.
Operaba a través de la piel, la tenía abierta por dos finos cortes paralelos que iban del codo a la muñeca, y sólo los abría entre clase y clase, entonces se dedicaba a tallar, muy concentrado, hasta que llegaba el profesor y tenía que parar y hacer como que atendía.
En el examen le pillaron enseguida.