viernes, 30 de julio de 2010

Lengua fósil



Cuando se sorprende, cuando se asusta, exclama en latín el nombre de aquello que le ha cogido por sorpresa. No habla el idioma, ni siquiera comprende qué es lo que dice cuando grita, se trata de un latín residual que permanece grabado en el sistema nervioso reflejo durante generaciones, y tarda varios milenios en desaparecer.

También se han registrado casos de meretrices que aúllan en sánscrito cuando alcanzan el orgasmo.

jueves, 29 de julio de 2010

Carta a un benefactor

Estimado Barón Von Studebacker,

Me pongo en contacto con usted para comunicarle una información de extrema gravedad, y para excusarme al mismo tiempo. En las condiciones en las que me encuentro no me es posible acudir al inminente simposio que usted, tan amablemente, me había ofrecido presentar. Temo que tendrá que buscarse a otro para el discurso inaugural, y bien puede entregarle a este substituto los galardones que me había prometido, incluida la dotación económica correspondiente (la cual me pareció paupérrima desde un principio, debo decir).

No crea que no agradezco el reconocimiento que su sociedad me ha profesado desde hace décadas. Soy consciente de que sin el respaldo de su organización mis teorías no habrían sido aceptadas por la comunidad psiquiátrica con tanta rapidez. Desde muy joven me interesé por los entresijos de la mente humana, y quizá sin su ayuda hace mucho que habría desistido de mis intentos, en lugar de consagrar toda mi vida a la penosa aunque sublime tarea que supone teorizar acerca de los insondables misterios de la existencia.

Como usted bien sabe he atendido a centenares de pacientes a lo largo de mi carrera. Sin embargo, el núcleo de mis teorías se ha basado siempre en un grupo relativamente reducido de no más de treinta individuos, algunos de ellos aparentemente sanos, otros aquejados de terribles y asombrosas dolencias mentales. El germen de dicho grupo de estudio, como recordará, procede de mis primeros trabajos en la residencia Glöppeblotz, donde recluté a una docena de pacientes a los que he seguido estudiando durante años, y a los que a lo largo del tiempo he añadido cuantos casos me han parecido interesantes.

Pues bien, recientemente he descubierto que ninguno de ellos padece realmente los problemas que dice tener. Están todos confabulados con el solo fin de hacerme elaborar absurdas teorías e hipótesis, y se juntan todos para reírse de mis elucubraciones y planear el siguiente disparate. Empecé a sospechar una tarde en mi consulta, cuando desde mi despacho oí hablar entre susurros a dos pacientes que aguardaban turno en la sala de espera. Apliqué el oído a la puerta, pues sus risitas me sorprendieron sobremanera, y dado que en un principio quise darles el beneficio de la duda, en sus respectivas sesiones indagué con mi sutileza e ingenio habituales, tratando de averiguar si se conocían y tal vez mantenían una amistosa relación. Sus reacciones me parecieron en extremo sospechosas, así que decidí seguirles, y con indecible asombro descubrí que efectivamente se reunían con el resto de componentes de mi grupo de estudio en un semisótano pobremente iluminado.

Allí pude ver cómo estos dos pacientes daban cuenta del contenido de sus sesiones, para el general regocijo. A continuación uno de mis pacientes más antiguos les propuso un par de sueños absurdos y traumas de la infancia, que habrían de ser material para futuras sesiones. La reunión concluyó con la lectura de mi último artículo "Delirio especular, una aproximación heurística", que les hizo llorar de la risa. Entrechocando sus jarras de cerveza, ovacionaron al individuo que deliberadamente me había inspirado dicho trabajo sin yo saber que todo aquello no era más que una farsa miserable.

Ya en mi gabinete deduje que todo debía ser obra del primer núcleo de pacientes, aquellos a los que traté en la residencia Glöppeblotz. Sin duda habían ideado la broma durante aquel primer retiro, y la habían mantenido a lo largo de los años, asegurándose de incluir en la pantomima a todos aquellos pacientes que yo iba sumando al grupo.

Creo que es usted muy capaz de imaginarse el pavor que me invadió cuando recordé que mi joven esposa fue a la sazón y en su momento mi paciente, parte también de este grupo de estudio. Dado que nunca me ha dado a entender que estaba siendo engañado, sólo puedo colegir que ella misma forma parte de esta sórdida estafa.

He repasado mis primeros trabajos, comprobando con estupor que absolutamente todos están basados en sucesos, conductas y sueños fingidos por estos individuos. Debe usted saber que todos y cada uno de mis siete tomos, cuatro ensayos y centenares de artículos, que a su vez han inspirado el trabajo de miles de psiquiatras en todo el mundo, se basan en la broma de la que he sido objeto.

He mandado a mi joven esposa a nuestra residencia de verano, so pretexto de preservar su piel de posibles ajamientos provocados por el aire seco del otoño vienés. He arrancado todo el papel de pared de mi gabinete, en busca de orificios por los que pudiera estar siendo espiado, he repasado los planos de mi caserón y he comprobado si realmente se ajustan a la distribución de mis corredores y estancias, temeroso de que hubiera alguna habitación secreta. Me he afeitado el cabello y rehúso lavarme. Estoy agotando a marchas forzadas mis reservas de cocaína inyectable para mantenerme despierto, pues sospecho que esta banda de tahúres se dispone a aprovechar la guardia baja del sueño para robarme los pensamientos y servirse de los mismos en su mascarada. Cuando me abandonan las fuerzas y me sumerjo en las algodonosas brumas de la duermevela, puedo notar claramente una mano etérea, como de gasa, que se introduce por mi nuca y hurga el interior de mi cabeza con sus espectrales y gélidos dedos.

Como comprenderá, en semejantes circunstancias me es imposible ejercer el eminente papel que usted espera de mí. Me dispongo a abandonar mi caserón familiar, y le ruego comprenda que no puedo darle más detalles acerca de mi destino. Respecto a usted, mi querido Udo, creo recordar que su familia posee tierras y plantaciones en Luisiana, de modo que por favor acepte este postrero y fraternal consejo, y esfúmese sin dejar rastro.

Despecho


"Presa del despecho, decidió que nunca más"

lunes, 26 de julio de 2010

Pájaros de coche

De un día para otro los pájaros descubren que pueden planear sin esfuerzo sobre la corriente ascendente que se forma en el parabrisas de un coche en movimento.
Esto les supone tal ahorro energético (sólo planean, no tienen que aletear) que enseguida y en masa adoptan el hábito, y ya no lo abandonan. Los conductores aceptan el hecho, le dan valor al ave de su coche, se establece una especie de relación totémica. La gente se vuelve muy susceptible al hecho de que se moleste o dañe al pájaro, continuamente presumen de la majestuosidad del mismo y menosprecian los de los demás. Empiezan a publicarse manuales de ornitología claramente sesgados, y se venden muy bien. Cada cual tiene en la estantería de su salón el libro que ensalza las virtudes de su pájaro en concreto, los cínicos siempre están haciendo chistes al respecto, pero a continuación son capaces de enumerar las ventajas de conducir con una garza coronada planeando sobre el capó.

El hecho de que sean los pájaros quienes elijan el coche al que se vincularán de por vida, y que esta elección no parezca obedecer a ningún motivo, y que las aves no puedan robarse o comprarse aunque sus dueños se pongan de acuerdo; todo esto hace que la mayoría de la gente se sienta muy desgraciada.

Sólo hay caja

Hay una imagen que suele utilizarse para ejemplificar algo que en realidad no entiendo, se trata de un gato encerrado en de una caja, junto a comida envenenada, seguro que conocéis el ejemplo
(le habla al aire)
y sabéis lo que dice: no hay modo de saber si el gato vive o no hasta que se abre la caja. Pienso mucho en este ejemplo cuando aún no sé qué números han salido en la lotería pero hace mucho que ha sido el sorteo. Acabo llegando a la conclusión de que en realidad uno es el gato, no el observador. Quisiéramos ser el observador, conocer las cosas desde fuera, pero esto es un contrasentido, no se puede ser fuera, sólo hay caja y pedazos de comida envenenada.


A la larga ambos estados confluyen, el gato acaba siendo un montón de huesos
haga lo que haga. Toda resistencia es inútil.


Debo insistir: sólo hay caja. Nadie observa fuera. No hay un “fuera”, nadie abre la caja y comprueba el estado del gato, la caja no puede abrirse. Debo insistir.

Cornucopia muda

Se trata de un cuerno de caza con la clásica estructura externa en espiral, cuyo interior está dividido en cámaras y alvéolos distribuidos de tal manera que permiten el flujo de aire a través del cuerno, pero neutralizan o absorben cualquier vibración acústica que viaje por él.

A grandes rasgos, el interior de la cornucopia produce un eco que resulta ser la inversión exacta de la forma de onda original, de manera que a la salida no se oye nada.


Aunque esto no quiere decir que sólo haya silencio. El aire está sometido a una gran tensión, a dos vibraciones de igual valor pero sentido opuesto, que se empujan la una a la otra compensándose sin producir movimiento, ni por tanto ruido.

Cuando uno sopla por el cuerno puede notar claramente la fuerza que hace, la vibración de los labios en la embocadura es muy parecida al modo en que se toca una trompeta, de hecho la cosa requiere cierta pericia y una gran capacidad pulmonar.

En realidad el sonido tarda una fracción de segundo en enmudecerse, hasta que el flujo de aire no llena todos los recovecos y rebota como es debido, no se produce el silencio tenso que buscamos.

Si bien no hay vibración acústica perceptible, si colocamos la palma de la mano a la salida de la cornucopia podemos notar una cierta presión irregular y aleatoria, una textura granulada y cambiante, el equivalente táctil a la nieve del televisor.

Los intérpretes más experimentados son capaces de producir frecuencias, o mejor dicho, presiones en el aire que funcionan a modo de criba, comprimiendo las impurezas que hay en el ambiente hasta que se aglomeran y alcanzan un tamaño y masa críticos, momento en el que precipitan en forma de minúsculos granos de algo que parece polvo o arenilla, y que está compuesto de partículas contaminantes, minerales varios, plástico, restos de miriápodos y, en su mayor parte, escamas de piel humana.

viernes, 23 de julio de 2010

Mañana de domingo

Estoy tumbado en el sofá a las nueve de la mañana, el único momento en que hay luz solar pero no hace demasiado calor. Casi desnudo y del todo absorto, mirando a través de la ventana, desde este ángulo sólo se ve cielo, nada de tejados ni azoteas, y en este cielo una multitud de pájaros que revolotea sobre las casas. Es un espectáculo hipnótico, no se puede seguir con la vista a ningún pájaro concreto porque enseguida vuela más allá del marco de la ventana, así que intento atrapar la visión general, seguir a todos a la vez, hacerme idea de las trayectorias que describen y cómo éstas se cruzan unas con otras, y en este inútil intento quedo atrapado yo mismo.

Empiezo a masturbarme, aún absorto en la ventana. Pienso primero en T…. o I….., no estoy seguro, lo cierto es que el tipo fisonómico es parecido. Me imagino llamando a T….., es uno de esos números que guardo por si acaso pero rara vez me animo a marcar (dijo que vivía cerca, con su primo, no sé qué significará eso), nos imagino fornicando, también a I……, a la cual permito en mi ensoñación llevar a cabo su deseo
frustrado de chupármela hasta el final (yo me esfumé enseguida y le quedó la espina clavada de no haberme devuelto el gesto, resultaba importante para ella, por razones de simetría, lo cierto es que de haberle aceptado la mamada completa no habría podido evitar cogerle cariño).

Los pájaros siguen revoloteando, cada vez más alto, ahora parecen insectos, una gran bandada de insectos, tienen de hecho el mismo tamaño (relativo) que las moscas que se asoman a mi ventana, buscando tal vez refugio. Se confunden, moscas y pájaros, y
ambos con el ruido de cánticos dominicales que viene de la iglesia.

Sigo masturbándome, pensar en I…… me ha hecho recordar la palabra "asertividad” (tal vez ahora os hagáis una idea de por qué me esfumé) y he recordado oírla hace poco por la radio, y de pronto me he visto despotricando contra su uso (no he dejado de masturbarme en ningún momento). A veces me pasa, mi pensamiento diverge, y al tiempo que despotrico, otro caudal neuronal fluye por lo de “coger cariño”, que tan insultante suena en según qué contextos, y que me lleva a A…… y a M……., a la cual me imagino violando.

Un avión, blanco y radiante, cruza el cielo, creo que de norte a sur. Está tan lejos que tiene el mismo tamaño que los pájaros y que los insectos que se asoman a mi ventana. Se oye, con el debido retraso, el vago y sordo rugido de sus motores.

La fantasía de la violación parece concretarse y absorber cada vez más mi capacidad de imaginación, a la par que aumentando la frecuencia e intensidad con que me sacudo el miembro. Siempre había fantaseado con violar a M….., pero nunca con esta verosimilitud, nunca consiguiendo el efecto adecuado, que consiste básicamente en neutralizar su arrogancia, atraparla, no dejarle escapatoria alguna y saborear su certeza de estar atrapada y al servicio de mi pura e inmediata satisfacción predadora. La cosa requiere un gran esfuerzo de imaginación porque nada de esto trata de rememorar su hermosa aunque gélida anatomía; es su carácter desagradable, prepotente y despectivo lo que hay que recrear en la memoria, al tiempo que se pergeña una situación en la que ella pierda todo eso de golpe, que la humille y degrade sin dejarle opción de ser aún más antipática y estridente (la que sería su reacción natural, del todo inadecuada para la masturbación, del todo disuasoria). Como digo, el mayor esfuerzo consiste en mantener nítido y coherente, vivo, el personaje de M…... Imaginar un brillo de terror en sus ojos que nunca llegué a ver en la realidad, y lograr que siga pareciendo ella. Creo que es la primera vez que lo consigo.

Después de correrme permanezco aún unos segundos en el sofá, la cabeza vuelta hacia la ventana, la mano y mi capullo relucientes de líquido y grumos blancos. Algunos pájaros pasan ahora bastante cerca de la ventana, incluso llega a oírse un rápido zumbido, algunos vuelan solos, despacio, otros se persiguen entre sí. La luz del sol (que no veo directamente) debe caer sobre sus alas en el ángulo preciso, porque éstas traslucen algo de claridad ocre, deben de ser las plumas, pero algo en ese color, algo en la forma en que agitan las alas, me hace pensar que son murciélagos.


(Primer capítulo de una novela de 800 páginas acerca de un tipo que, a raíz de un accidente cerebrovascular, pierde la capacidad de predecir el futuro. Pasa el resto de su vida masturbándose en las diferentes habitaciones de su casa, al tiempo que mentalmente lleva a cabo una distraída recapitulación de toda su vida, no tanto por nostalgia como precisamente por su incapacidad para concebir siquiera el futuro más inmediato.

Si interesa publicaré las 798 páginas restantes.)

martes, 20 de julio de 2010

Acostarse con una ciega

Con una de esas personas que deben manosearte para hacerse una idea de cómo eres; primero (y es de esperar que vestido) te manosean la cara y tal vez dicen que eres guapo (hasta entonces se han sentido atraídas por otra cosa, una voz bonita o un carácter determinado, parece loable comparado con las miradas lascivas y carnívoras de los videntes).

Una vez claras las cosas, en el dormitorio quiero decir, la exploración del cuerpo es igualmente pausada y metódica, parece ser uno saboreado con mucho más criterio que de un simple vistazo. Saboreado y descubierto a la vez; por no hablar de los genitales, uno se los saca, la polla tiesa, bamboleante y hambrienta como un sabueso (ciega, también, a su manera). Siempre es agradable ese momento en que uno se saca la polla y ella la mira, más o menos furtivamente, más o menos ansiosa.

Pero la ciega debe tocar, para ver. Debe palpar la polla para reconstruir su imagen espacial en la cabeza, una imagen caliente, dura, hirsuta. Una imagen que le hace pensar en árboles.

miércoles, 14 de julio de 2010

La chuleta

Intenté convencerle de que no lo hiciera, traté de advertirle, enumeré una y mil veces las posibles consecuencias. Yo nunca he copiado ¡jamás en la vida, lo juro! aunque sí he robado cosas a mis compañeros, a veces hurgo en sus mochilas, pero siempre estando bien seguro de que nadie mira.

Intenté convencerle, pero no hizo caso. En lugar de estudiar pasó las dos semanas previas al examen tallándose las respuestas en los huesos cúbito y radio de su brazo izquierdo, lo hacía con el cúter de manualidades, uno muy fino y endeble que se le estaba rompiendo todo el rato, y se limpiaba las astillas de hueso soplando, y también hacía montoncitos con ellas, como con las virutas del sacapuntas.

Operaba a través de la piel, la tenía abierta por dos finos cortes paralelos que iban del codo a la muñeca, y sólo los abría entre clase y clase, entonces se dedicaba a tallar, muy concentrado, hasta que llegaba el profesor y tenía que parar y hacer como que atendía.

En el examen le pillaron enseguida.