domingo, 13 de julio de 2014

Curas de agua

Desde muy pequeño me han dado asco las piscinas. Durante mucho tiempo creí que sencillamente me repugnaba la humedad, los hongos, mocos y demás babas de otras personas. Pero recientemente he descubierto que mi asco se debe a un trauma que padecí en la infancia, y es que fui abusado por el cura de la piscina.

Hay, en efecto, curas en la piscina, igual que en los demás ámbitos de la vida. Párrocos específicamente adaptados a la vida en el agua. He aquí un espécimen típico:

Los curas de piscina en realidad son curas anfibio, no estrictamente acuáticos, ya que están preparados para desarrollar su misión pastoral tanto en la piscina como en la ciudad circundante.

Los curas de río, en cambio, presentan membranas interdigitales en las palmas de las manos, y sus extremidades inferiores se han adaptado al medio acuático fundiéndose en una cola que hace las veces de timón y recuerda a la de un renacuajo.




Existen también curas de agua salada, del todo adaptados a la vida en el mar. Incapaces de volver a tierra firme y acostumbrados a vagar sin rumbo fijo por las enormes extensiones oceánicas, la mayoría han enloquecido y olvidado completamente su condición humana.