Se trata de un cuerno de caza con la clásica estructura externa en espiral, cuyo interior está dividido en cámaras y alvéolos distribuidos de tal manera que permiten el flujo de aire a través del cuerno, pero neutralizan o absorben cualquier vibración acústica que viaje por él.
A grandes rasgos, el interior de la cornucopia produce un eco que resulta ser la inversión exacta de la forma de onda original, de manera que a la salida no se oye nada.
Aunque esto no quiere decir que sólo haya silencio. El aire está sometido a una gran tensión, a dos vibraciones de igual valor pero sentido opuesto, que se empujan la una a la otra compensándose sin producir movimiento, ni por tanto ruido.
Cuando uno sopla por el cuerno puede notar claramente la fuerza que hace, la vibración de los labios en la embocadura es muy parecida al modo en que se toca una trompeta, de hecho la cosa requiere cierta pericia y una gran capacidad pulmonar.
En realidad el sonido tarda una fracción de segundo en enmudecerse, hasta que el flujo de aire no llena todos los recovecos y rebota como es debido, no se produce el silencio tenso que buscamos.
Si bien no hay vibración acústica perceptible, si colocamos la palma de la mano a la salida de la cornucopia podemos notar una cierta presión irregular y aleatoria, una textura granulada y cambiante, el equivalente táctil a la nieve del televisor.
Los intérpretes más experimentados son capaces de producir frecuencias, o mejor dicho, presiones en el aire que funcionan a modo de criba, comprimiendo las impurezas que hay en el ambiente hasta que se aglomeran y alcanzan un tamaño y masa críticos, momento en el que precipitan en forma de minúsculos granos de algo que parece polvo o arenilla, y que está compuesto de partículas contaminantes, minerales varios, plástico, restos de miriápodos y, en su mayor parte, escamas de piel humana.
Los intérpretes más experimentados son capaces de producir frecuencias, o mejor dicho, presiones en el aire que funcionan a modo de criba, comprimiendo las impurezas que hay en el ambiente hasta que se aglomeran y alcanzan un tamaño y masa críticos, momento en el que precipitan en forma de minúsculos granos de algo que parece polvo o arenilla, y que está compuesto de partículas contaminantes, minerales varios, plástico, restos de miriápodos y, en su mayor parte, escamas de piel humana.