domingo, 21 de febrero de 2010

Post Scriptum

A la vista está que escribir en forma blog lo que no es blog viene siendo como hablar en verso por la calle: habrá sin duda quien valore el esfuerzo y se compadezca, pero la mayoría de la gente le tomará a uno por loco y gritará pidiendo auxilio. Es por esto y otras razones de penoso enumerar que me despojo de este raído gabán y lo guardo en el armario para que las polillas le hagan merecido velatorio. Quedo pues en pijama, expuesto al frío y otros rigores pero también suelto, ligero y con mayor y más cómoda holgura.

No puedo decir que la experiencia no haya sido edificante, toda vez que ha servido al menos de desahogo, por irónico y retorcido que éste fuere, pero una vez acabada la defecación no tiene sentido permanecer sentado en la trona, sólo cabe limpiarse con esmero los esfínteres y continuar la marcha con paso animoso. Encuentro además impropio de mi ahora sobrio y juicioso carácter aquel furor pustular que una vez me caracterizare, aquel berrinche ontológico que seguramente conviene al espíritu juvenil, pero que a la larga se convierte en lastre y estorba los movimientos. Tal vez aproveche esta experiencia para redactar uno de esos repugnantes pero lucrativos grimorios de autoayuda, y quién sabe si así podré amasar una pequeña fortuna a costa de la credulidad y orfandad espiritual de tantos zopencos y pusilánimes, que hoy día son legión, y no se olvide que tacita a tacita se hace el mar. Tal vez con esa fortuna pueda por fin llevar a buen término todas aquellas empresas que entre fanfarrias celestiales preñan mi imaginación, tal vez así, quién sabe, pueda hacer realidad esas visiones que me asedian en mis fiebres.

Quizá pueda construir aquel castillo erizado de púas y gallardetes que entreveo en las neblinas de mi delirio, todo él un laberinto; tal vez, por qué no, pueda fletar esa imponente nao en la que sueño surcar lejanos y hediondos mares; o hacerme por fin con un arsenal decente; o sustituir mi fláccido miembro pene por un majestuoso falo hidráulico de oro macizo, incrustado de pedrería; o entregarme desaforadamente a mi pasión por la ingeniería medieval, y construir cual si no hubiere mañana toscos y desmesurados mecanismos plagados de poleas y engranajes, orgías de cuerdas de esparto y vigas de madera basta y sin lijar, circuitos mecánicos de transmisión de fuerzas brutas que como por pentagrama se disponen y contorsionan a placer por un espacio tridimensional finito.

En cualquier caso el disparate continúa, pero ya no más de usté, y ya digo que en pijama.

Y con ésto, dicho queda.



sábado, 13 de febrero de 2010

El hijoputa

Me lo encontré, al hijoputa, porque las llaves se me escurrieron de los dedos al ir a abrir el portal, y tuve la mala suerte de que se colaran por uno de los agujeros que tienen las tapas de alcantarilla para que los poceros puedan levantarlas cómodamente, con ayuda de alguna exótica herramienta, cada vez que tienen que entrar. Yo no soy pocero ni tengo herramientas exóticas así que por poco me despellejo los dedos al abrir la dichosa tapa, en fin, que no me quedó otra que bajar, con el asco que le tengo yo a las cloacas, a todo lo que esté húmedo y oscuro y huela a heces.

Las llaves no las encontré, pero ya digo que al hijoputa sí. No sabría cómo describirle, tiene partes de insecto y partes de reptil, pero el tipo es casi tan grande como una persona, y lo que es seguro es que tiene una sonrisa enorme y asquerosa. He intentado hacer un esbozo, desde luego no le hace justicia, y hay que imaginárselo a tamaño natural, y negro, en realidad tiene la piel gris oscuro, pero no se me da bien colorear:
Es verdad que tiene un aspecto algo siniestro, pero tampoco me parece que se deba juzgar a nadie por su aspecto y nada más, así que hablaré de sus acciones, mencionaré que se trata de un individuo al que en los quince minutos que estuve con él le vi convocar a diez vírgenes que había secuestrado previamente y colocarlas a cuatro patas, formando un círculo, con la idea de desflorarlas a todas a la vez, a la manera de los violadores múltiples. El propósito de semejante ritual era, según me dijo, generar una forma extraña de campo magnético, una especie de inducción mística generada por el acto de desflorar a una virgen, y amplificada por esa disposición espacial en círculo, un poco como en una bobina, o algo así me dijo. Lo cierto es que no domino para nada el tema, la cosa no me quedó clara del todo y tampoco quise preguntar, siendo además que el hijoputa se expresa con mucha dificultad y suena algo gangoso, imagino que por el gran tamaño de su boca. Bueno, he intentado representar todo esto en forma esquemática, esto del mecanismo desflorador. Las líneas verdes y rojas simbolizan el campo inducido, pero podrían no estar ahí en realidad, yo no las vi, de hecho.

No sé, si os digo la verdad este encuentro me ha dejado algo preocupado, me deja varios interrogantes. Como por ejemplo el ruido, ese crepitar que tengo todo el día en la cabeza, un sonido como de arrugar el envoltorio de un caramelo. ¿Será cosa del hijoputa? El psiquiatra dice que no, que se trata de una alucinación relativamente benigna que podría amortiguarse si consintiera en tomar la medicación, pero entonces ¿cómo es que a veces tengo que interrumpir una conversación con otra persona porque suena mi teléfono, y al otro lado oigo ese sonido de nuevo, ese crepitar? ¿Será él, que me llama y no habla, no dice nada, sólo emite ese sonido, ese restregarse el teléfono por las antenas, ese zumbar de élitros?

¿Será él quien me da instrucciones en sueños, sueños plagados de cánticos y símbolos freudianos, sueños en forma de musical donde los protagonistas cantan y bailan y miran a cámara y me dan instrucciones precisas de lo que debo hacer? ¿Será él quien ha hecho entrar en trance a los directores de todas las sucursales bancarias de España, en trance de ojos en blanco y boca abierta como la de un pez, en trance de treinta segundos exactos en los que cada director de sucursal de España transfiere seis céntimos de cada cuenta que existe a la mía para luego no recordar nada, sólo quedar un poco perplejo y desorientado pero sin tener ni idea de que ha participado en un trance fugaz y simultáneo que ha recorrido como imperceptible relámpago, como escalofrío, la piel de las finanzas españolas, pellizcando de cada poro lo justo para que nadie note nada?

¿Será él, el hijoputa, quien me ha dado instrucciones precisas en sueños para que invierta ese monto dinerario extra en un rifle de alta precisión, el mismo rifle que ahora empuño y a cuya mira telescópica tengo arrimado el ojo, el rifle que estoy apuntando y me dispongo a disparar?

LO DUDO MUCHO

sábado, 6 de febrero de 2010