viernes, 23 de julio de 2010

Mañana de domingo

Estoy tumbado en el sofá a las nueve de la mañana, el único momento en que hay luz solar pero no hace demasiado calor. Casi desnudo y del todo absorto, mirando a través de la ventana, desde este ángulo sólo se ve cielo, nada de tejados ni azoteas, y en este cielo una multitud de pájaros que revolotea sobre las casas. Es un espectáculo hipnótico, no se puede seguir con la vista a ningún pájaro concreto porque enseguida vuela más allá del marco de la ventana, así que intento atrapar la visión general, seguir a todos a la vez, hacerme idea de las trayectorias que describen y cómo éstas se cruzan unas con otras, y en este inútil intento quedo atrapado yo mismo.

Empiezo a masturbarme, aún absorto en la ventana. Pienso primero en T…. o I….., no estoy seguro, lo cierto es que el tipo fisonómico es parecido. Me imagino llamando a T….., es uno de esos números que guardo por si acaso pero rara vez me animo a marcar (dijo que vivía cerca, con su primo, no sé qué significará eso), nos imagino fornicando, también a I……, a la cual permito en mi ensoñación llevar a cabo su deseo
frustrado de chupármela hasta el final (yo me esfumé enseguida y le quedó la espina clavada de no haberme devuelto el gesto, resultaba importante para ella, por razones de simetría, lo cierto es que de haberle aceptado la mamada completa no habría podido evitar cogerle cariño).

Los pájaros siguen revoloteando, cada vez más alto, ahora parecen insectos, una gran bandada de insectos, tienen de hecho el mismo tamaño (relativo) que las moscas que se asoman a mi ventana, buscando tal vez refugio. Se confunden, moscas y pájaros, y
ambos con el ruido de cánticos dominicales que viene de la iglesia.

Sigo masturbándome, pensar en I…… me ha hecho recordar la palabra "asertividad” (tal vez ahora os hagáis una idea de por qué me esfumé) y he recordado oírla hace poco por la radio, y de pronto me he visto despotricando contra su uso (no he dejado de masturbarme en ningún momento). A veces me pasa, mi pensamiento diverge, y al tiempo que despotrico, otro caudal neuronal fluye por lo de “coger cariño”, que tan insultante suena en según qué contextos, y que me lleva a A…… y a M……., a la cual me imagino violando.

Un avión, blanco y radiante, cruza el cielo, creo que de norte a sur. Está tan lejos que tiene el mismo tamaño que los pájaros y que los insectos que se asoman a mi ventana. Se oye, con el debido retraso, el vago y sordo rugido de sus motores.

La fantasía de la violación parece concretarse y absorber cada vez más mi capacidad de imaginación, a la par que aumentando la frecuencia e intensidad con que me sacudo el miembro. Siempre había fantaseado con violar a M….., pero nunca con esta verosimilitud, nunca consiguiendo el efecto adecuado, que consiste básicamente en neutralizar su arrogancia, atraparla, no dejarle escapatoria alguna y saborear su certeza de estar atrapada y al servicio de mi pura e inmediata satisfacción predadora. La cosa requiere un gran esfuerzo de imaginación porque nada de esto trata de rememorar su hermosa aunque gélida anatomía; es su carácter desagradable, prepotente y despectivo lo que hay que recrear en la memoria, al tiempo que se pergeña una situación en la que ella pierda todo eso de golpe, que la humille y degrade sin dejarle opción de ser aún más antipática y estridente (la que sería su reacción natural, del todo inadecuada para la masturbación, del todo disuasoria). Como digo, el mayor esfuerzo consiste en mantener nítido y coherente, vivo, el personaje de M…... Imaginar un brillo de terror en sus ojos que nunca llegué a ver en la realidad, y lograr que siga pareciendo ella. Creo que es la primera vez que lo consigo.

Después de correrme permanezco aún unos segundos en el sofá, la cabeza vuelta hacia la ventana, la mano y mi capullo relucientes de líquido y grumos blancos. Algunos pájaros pasan ahora bastante cerca de la ventana, incluso llega a oírse un rápido zumbido, algunos vuelan solos, despacio, otros se persiguen entre sí. La luz del sol (que no veo directamente) debe caer sobre sus alas en el ángulo preciso, porque éstas traslucen algo de claridad ocre, deben de ser las plumas, pero algo en ese color, algo en la forma en que agitan las alas, me hace pensar que son murciélagos.


(Primer capítulo de una novela de 800 páginas acerca de un tipo que, a raíz de un accidente cerebrovascular, pierde la capacidad de predecir el futuro. Pasa el resto de su vida masturbándose en las diferentes habitaciones de su casa, al tiempo que mentalmente lleva a cabo una distraída recapitulación de toda su vida, no tanto por nostalgia como precisamente por su incapacidad para concebir siquiera el futuro más inmediato.

Si interesa publicaré las 798 páginas restantes.)