domingo, 19 de junio de 2011

Hijo mío. Tenemos que hablar.

Hay algo que no te hemos dicho y debes saber.Digamos que el muchacho fue comprado a un bedel ultracatólico que trabajaba de conserje en una clínica abortiva y se dedicaba a recoger los fetos desechados para luego venderlos bajo cuerda a parejas estériles. Le parecía una blasfemia desperdiciar una mercancía potencialmente rentable.

Sí, se los lleva a su casa directamente del contenedor, dentro de la misma bolsa de plástico en la que trae el bocadillo por la mañana, pero a la hora de vender los envuelve un poco mejor. Usa papel de regalo. Ata un lacito en torno al cuello del feto, llevando cuidado de no estrangular a ese ridículamente pequeño bebé hematoma. Dentro del envoltorio sus dedos minúsculos siguen tratando de agarrar el aire y sólo consiguen que el papel cruja, dentro del envoltorio ese rostro hinchado sigue apretando los ojos y boqueando como un pez. Pequeño monstruito mojado, digamos, polluelo ciego.