martes, 13 de enero de 2009

¡Huelan mi ano!

De nuevo algo que me prometí no hacer, una póstula al uso, a la manera bloguera, hablando de lo que habla todo el mundo ¡De lo que habla la tele!. Cotorreo y debate de escalera, cháchara barata, temas banales y frívolos como el que hoy nos ocupa: la existencia de Dios. O mejor dicho, la fe y su propaganda.

Y si como digo de eso se trata, de dar la propia opinión igual que el mono chorongo ofrece su ano para su general oliscamiento, ahí va pues el susodicho parecer:

"Desapruebo este tipo de campañas. Desapruebo la defensa de cualquier fe. Desapruebo formular cualquier afirmación, a menos que se contradiga uno inmediatamente después."
Que el mensaje propagado sea cierto no es excusa. Ni siquiera es importante. El mero recurso a la publicidad es una deshonra, un acto propio de seres viles y mezquinos ¡el acabóse moral!¡Pagar por algo que puede perfectamente pintarse sobre una fachada o tatuarse a cuchillo en la piel de otro! Y lo que es peor, admitir que ése es el espacio adecuado para el debate público, que por podrido que esté no debería tener lugar en tan fangosa arena. Habría que volver a la bronca de café, o mejor aún, al foro romano, donde uno podía recurrir a su fiel y herrumbroso gladius cuando la estupidez ajena rebasaba el límite de lo tolerable.

Hoy día no. Hoy toca tragar y poner al mal memo buena cara. Aún recuerdo a aquella vieja que llamó a la puerta del entonces joven de la pústula, ofreciendo folletines pastorales.

-No gracias, no me interesa –dijo el joven de la pústula, en un alarde de moderación y urbanidad.
-Pero –insistió la vieja, muy del Viena Capellanes, tentando su suerte- Pero tú nunca te has parado a pensar ¿quién habrá hecho todo esto?-señalando con un gesto el descansillo desde el que hablaba.
-Esto lo ha hecho la empresa constructora, buena mujer. Alguien debe saber cuántos millones y vidas ha costado, y cuán suculentos han sido sus beneficios. Yo no.
-No, no me refiero sólo al edificio, sino a todo lo que le rodea...
-Todo lo que alcanza mi vista es fruto de la mano del hombre, y dicha mano es movida por hilos de ferocísima codicia. Eso ha sido. Y no me haga abundar en ulteriores extrapolaciones, se lo ruego, porque de tener el mundo autoría alguna, sin duda su artífice se encontraría en búsqueda y captura, bajo los cargos de Suprema Irresponsabilidad o Bromapesadismo Intolerable. Ahora váyase o haré trizas su fe como quien machaca un cacahuet.

Lo cierto es que me da lástima la gente que va llamando a las puertas. Exponerse a una agresión o algo peor, a su avanzada (o peor: tierna) edad. Si por casualidad alguno de ustedes se ve obligado a ejercer tal actividad, ni se les ocurra ir desarmados. Si no disponen de armas de fuego o su posesión está prohibida en su país, lleven siempre un “cutter” o una pistola de agua rellena de lejía con la que disparar a los ojos de su agresor. Si el agresor lleva gafas, quítenselas a toda cosa (muchas veces un manotazo bastará) písenlas una vez en el suelo, y le tendrán a su merced.

Eso es conocimiento práctico. Eso es una idea útil, conectada con el mundo real.

Ya digo que me jode que vengan a casa a intentar estafarme con la excusa del Altísimo, por lo mismo que no tolero que me inunde una hedionda plétora de mensajes interesados cada vez que piso la calle o escucho mi transistor. Es por ello que me llena de bilis y rencor esta campaña que pretende inculcarme la fe opuesta a la que ya tratara de venderme aquella pobre desgraciada.

Y si el propósito de la campaña es poner en solfa creencias absurdas, sería mucho más pertinente cuestionar esa inacabable serie de verdades que como puños se nos introducen por vía anorrectal, con el propósito de palparnos las meninges y oprimillas férreamente, para así controlar nuestras mentes a la manera del ventrílocuo e imputar a nuestra boca sus palabras.


El empleo dignifica.

El esfuerzo se ve recompensado.

La bondad se paga con bondad.

El amor da sentido a la vida.

Tengo todo el tiempo del mundo.

Si uno no busca problemas, no tendrá problemas.

Seré mejor padre que mi padre.

Los pastores de los humanos rebaños nos aman y quieren nuestro bien, antes que su propio beneficio.

La policía sirve y protege.

El ejército defiende.

Los médicos curan.

La droga pasa factura.

El delito no compensa.

Los jueces imparten justicia.

Hay uno o varios dioses, y todos me aman.

Los medios informan con neutralidad acerca de los temas que son relevantes para mi vida.

La televisión educa, informa y entretiene. De ninguna manera hace fortuna vendiendo a precio de oro el tiempo de quienes la observan.

La publicidad no miente.

Con el tiempo seré feliz, rico, famoso, o todo a la vez.

Cuanto antes me meta en una hipoteca, antes saldré de ella.

La usura no existe.

La humanidad progresa.

La guerra ha existido siempre, pero jamás seré reclutado para ir a ninguna.

Una vez se alcanza un lugar confortable en sociedad, ya nunca se pierde.

Se puede convencer a un imbécil de que sus argumentos son erróneos.

En los bares se liga.

La esclavitud es cosa del pasado.

Tu hijo es tuyo.

Tengo derecho a un coche, una casa y una familia que cuide de mí cuando sea anciano y viva en plácida e indolora jubilación. Las residencias de ancianos son para mis padres, no para mí.

Yo soy bueno y llevo razón.

Las mujeres viven oprimidas por los hombres, salvo las mujeres blancas, que oprimen a las negras. La opresión siempre se da entre esclavos de primera y segunda clase, nunca se ha observado entre amo y esclavo.

El amo da trabajo al esclavo, no al revés. Lo valioso no es el fruto del trabajo, sino la tarea por hacer. Nadie sabría qué hacer si no se lo dijeran.

La riqueza se gana merecidamente. Sólo un pequeño porcentaje se hereda.

Todo el mundo puede ser millonario.

No veo cómo viven los ricos porque los ricos no existen más que en las revistas, no porque se mantengan herméticamente aislados de mí.

El consumidor es el rey, los fabricantes le sirven, se pliegan a sus deseos y jamás le imponen productos que no necesita.

El mercado se regula solo mediante la ley de la oferta y la demanda: cuando un precio está demasiado alto, los bancos imprimen el dinero que te falta y te lo dan.

El poder lo es con mi permiso, me ama y cuida de mí. Conozco los rostros de todos aquellos que gobiernan mi destino, y todos sonríen. A veces incluso ríen a carcajadas mientras me señalan con el dedo…

Sé que me arriesgo a ser tachado de nihilista gruñón y pendenciero, a que me tilden de huraño, hosco, eremita, cascarrabias, desgraciado o algo peor. Es por ello que finalizo con una propuesta constructiva:

En oposición a todos estos valores corruptos y dignos de un mediocre, existen aún algunos reductos donde el espíritu aguerrido puede guarecerse. Y es que nada de lo que he hablado hasta ahora es realmente importante.

Sólo la comida es importante.

Prueben a pasar hambre, ya verán qué pronto pierden todo rastro de intelecto o alma inmortal y se convierten en una fiera famélica sin moral ni principios. Hay que verse cara a cara con el instinto de supervivencia, de vez en cuando. Se le quitan a uno las tonterías.

Ruego por tanto que quien quiera discutir lo que aquí digo, ayune durante dos semanas (¡hambre de quince días! me decía mi abuela cada vez que aborrecía alguno de sus platos de postguerra)

A quien ésto haga, le daré la razón diga lo que diga.