El hombre está desnudo
en medio de un comedor de empresa.
Un enorme comedor de empresa,
un enorme
comedor de mujeres,
donde hay que hacer cola
y sostener una bandeja,
e ir cogiendo los platos de uno en uno.
Hay mujeres de edad avanzada
pero también hay jóvenes,
aunque la mayoría tienen unos treinta y tantos,
tirando a cuarenta.
Tienen todas mucha clase,
van sutilmente maquilladas,
y visten elegantemente.
Son señoras,
de pendiente de perlas
foulard de cien euros,
y peinado de peluquería.
El hombre desnudo es el salero,
su esperma es el condimento,
le van llamando desde las mesas
para masturbarle
sobre los platos.
Lo hacen con mucha clase,
cogiendo la polla entre el índice y el pulgar,
agitándola breve y educadamente
hasta que se corre encima del plato,
o del cuchillo de untar.
El problema es que cuando el hombre desnudo se corre,
su orgasmo es auténtico,
muy violento,
y gime a gritos,
se agarra a cualquier cosa,
manotea y sufre espasmos,
vuelca las mesas,
dejándolo todo hecho un asco.