Hoy llego a la conclusión de que mi vida no tiene sentido ni rumbo ningunos. Mi desbocada y fogosa pasión sexual, la que otrora fuera mi único norte, ha decaído lamentablemente hasta apagarse de manera casi imperceptible. Ello se debe sin duda a mi larga exposición a las radiaciones del monitor del ordenador, y tal vez a una mala postura a la hora de sentarme. Perdido el rumbo, ya no tiene sentido continuar este vagamundear. No hace mucho intenté reengancharme a la vida nocturna urbana, en el más absoluto vano. Mi organismo repudia los diferentes licores, y caigo presa de furibundos catarros cada vez que fumo. Por descontado, me muevo en una completa incompetencia en el ámbito de la seducción, toda vez que regurgito los alcoholes que haya ingerido al dirigirme a cualquier doncella, al tiempo que pierdo el control de mis esfínteres y el juicio se me nubla de modo que simplemente emito unos estertores balbucientes y húmedos de espesa saliva. Considerado todo ello, he estimado oportuno ejecutar un seppukku ritual y poner fin a esta caótica y vana existencia. Para ello dispongo de un acero toledano, réplica del que una vez blandió Carlos Quinto. Apenas acabe de escribir estas palabras, me arrodillaré en el suelo de mi alcoba y rubricaré con sangre este mi lacónico y postrer testimonio. Dejo a otros las angustias y padecimientos de esta hueca vida de asno, convencido de que es imposible alcanzar la alegórica zanahoria que oscila ante la humana nariz.
¡He dicho!
P. S: Lego mis magras posesiones al Ejército de Salvación, a modo de póstumo sarcasmo. Hago excepción de mis juegos de Tente, los cuales habrán de ser embalados y facturados al señor embajador de Burkina Faso, quien deberá elaborar con ellos una construcción congruente y significativa, utilizando todas las piezas y antes de 48 horas. De no conseguirlo, encomiendo a mi casera la tarea de extirparle las gónadas a susodicho diplomático sirviéndose de unos cubiertos de picnic. Para ello dispondrá de un plazo que expirará el Miércoles de Ceniza del presente año. Caso de mostrarse incapaz, ya fuere por no disponer de instrumental apropiado o por exceso de escrúpulo, doy por saldadas las mensualidades que le adeudo y establezco por la presente que sea objeto de público escarnio y abucheo, hasta el fin de sus días o el advenimiento del Apocalipsis, lo que ocurra antes.