(En efecto, Torquemada era capaz de llanto, y de hecho gimoteaba a menudo, pero siempre en privado. También Torquemada tenía su corazoncito, muy pequeño, es verdad, de apenas un centímetro cúbico. Un corazón ridículo que le impedía caminar deprisa, pero corazón al fin y al cabo, capaz por tanto de estremecimiento)
¡Le vuelve negro! ¡A golpe de injerto! ¡A retales! No bromea este Mengele del multiculturalismo. Sin duda hay quien sabría encajar con gracia semejante guiño genealógico, pero para el supremacista blanco de toda la vida éste es un sapo difícil de tragar.