El grafeno, este material de propiedades maravillosas que se distribuye en láminas de un solo átomo de grosor.
Al final sólo consiguen encontrar una aplicación práctica: cuchillos de filo atómico. El mango no, el mango es normal, de plástico corriente y manejable a escala humana. De hecho son como cuchillos normales, pero su hoja es muy fina y traslúcida, casi invisible.
¡Probad a manejarlos! Es un desastre. Hablamos del filo total, hablamos de vender cuchillos de filo atómico para uso doméstico. Hablamos calamidades: la gente se amputa dedos sin pretenderlo, atraviesan tablas de cortar cebolla y gran parte de la alacena; intentar limpiarlos con un estropajo es una pesadilla, y seccionan también cualquier estructura donde se les deje a escurrir. Incluso estando quietos, aún cuando nadie trate jamás de hacer nada con ellos, rompen con su filo el enlace de las moléculas del aire que se les acerca, le cortan una rodaja continua a la brisa. Una monda eterna.
No es extraño pues que el inventor, desolado, se vuelva loco y degüelle a sus hijas; el corte es tan limpio y básico que cercena incluso la fuerza de gravedad. Las cabezas de sus hijas se elevan hacia las nubes, enredadas una con otra por el pelo, como dos globos.