La de aquel famoso grupo de música pop española que durante el franquismo alcanzó una fama moderada y finalmente cayó en el olvido y la desgracia al conocerse que su carismático cantante, ídolo de jovencitas, no era más que una voz grabada, una musicasette dotada de inteligencia y capaz de modular las partículas ferromagnéticas de su emulsión, esto es, capaz de formular información de audio.
Es cierto que la musicasette no podía, por sí misma, introducirse en un aparato reproductor, y aun de lograrlo no hubiera tenido modo de pulsar el botón de play, pero una vez en marcha era capaz de cantar, no sin cierto talento, amén de conversar y expresar sus retorcidos y maquiavélicos deseos. Después del desastre se supo, por ejemplo, que había ordenado dedicar parte de la fortuna del grupo a la construcción de un vehículo en el que poder insertarse y operar con cierta autonomía, vehículo formado por un núcleo derivado de un aparato de música con grandes altavoces a los lados y potentes emisores de ultrasonidos capaces de aturdir y eventualmente someter a cualquier organismo sensible al sonido dentro de su radio de acción. Dicho núcleo estaría integrado en una estructura semoviente formada por huesos, estructura que nunca llegó a diseñarse ya que el proceso se detuvo como digo después del desastre, cuando aún se estaba explorando toda la variedad de combinaciones que permiten las piezas del esqueleto humano.
En realidad lo de fundar el grupo había sido idea suya, y una idea bastante buena, como enseguida se demostró. La cinta era capaz de cantar en varios idiomas, e imitaba perfectamente los modismos de la época, de manera que en seguida una legión de núbiles seguidoras vestidas con rebecas azul celeste coaguló en torno a este fenómeno musical. Evidentemente uno de los componentes humanos del grupo, el más apuesto de los cuatro muchachos que se reunieron aquella tarde de otoño en el sótano del chalé de sus padres, aquella tarde de otoño en la que encontraron un viejo transistor con una sorprendente cinta de musicasette dentro; uno de los muchachos digo, el más apuesto, hacía las veces de cantante, y nadie sabía que el talento estaba realmente en otra parte.
Por eso la legión de núbiles seguidoras se sintió enormemente defraudada cuando finalmente se supo lo de la cinta. Bromas aparte, aquel último concierto fue lo más parecido al infierno que he visto nunca, no sé ni cómo salí con vida. Eran otros tiempos, desde luego.