Un par de muchachos prueba una variación de esa broma que, ahora que lo pienso, sólo he visto ejecutar en televisión, y que consiste en llenar una bolsa de papel con heces, no necesariamente humanas, para después depositarla sobre el felpudo de bienvenida de una casa. Entonces se prende fuego al papel y se pulsa el timbre, para que el vecino encuentre una bolsa en llamas al pie de su puerta e instintivamente la pisotee, apagando el fuego, sí, pero llenándose los zapatos de mierda en el proceso.
Sólo he tenido conocimiento de esta broma a través de la televisión porque, por diversas razones, esta broma no puede practicarse en nuestro país. A pesar de que hay heces en abundancia, las bolsas que utilizamos suelen ser de plástico, que no arden tan limpiamente como las de papel; y lo habitual es vivir en bloques, cuyo portal se abre a través de un interfono incapaz de pisar nada.
Supongo que por eso este emprendedor par de muchachos intenta una pequeña variación, adaptando la broma a su entorno y a la vez llevándola un poco más allá. La bolsa que utilizan es efectivamente de plástico, y en lugar de arder yace en medio de la carretera, y en lugar de heces contiene un bebé. Los coches pasan por encima creyendo que está vacía, y entonces la sorpresa.
Si os digo la verdad ningún coche para, quizá notan algo raro al pasar por encima de la bolsa-trampa, pero realmente permanecen al margen de la broma, se trata de una broma al aire. Ni siquiera los bebés son de verdad, son muñecos nada más, ya digo que es una broma, no pasa nada.
Aunque el comisario diría otra cosa. El comisario vuelve al hogar después de un día duro, han atrapado a dos muchachos bromistas que ponían bolsas de plástico con bebés dentro en medio de la calle, bebés que habían robado previamente de sus cunas, en un descuido de las madres. Les han aplicado el protocolo habitual, el llamado tratamiento arborescente, que consiste en ramificar las extremidades superiores de los delincuentes, que así sólo pueden delinquir a escala microscópica.
Esta justicia fractal se aplica con la ayuda de varios serruchos y seguetas de diferentes grosores y resoluciones. Se empieza bifurcando los dedos uno por uno, desde la punta a la base, y se continúa serrando longitudinalmente sus respectivos metacarpos, pero al llegar a la muñeca se cambia a un serrucho más grueso, con el que se asierra el antebrazo. Y eso fue todo para los dos bromistas, pero en general el número de iteraciones, el número de grados de ramificación depende de la gravedad de la condena.
Y si sólo fuera un día no pasaría nada, pero es así siempre, ésta es la rutina del comisario. Todo este horror, se lamenta, le ha llevado a refugiarse en la bebida, a desatender a su devota y sacrificada esposa, a la que con gran sordidez ha sido infiel; y lo que es peor, lo que deplora sobre todas las cosas: fallar a su primogénito, que apenas ha entrado en la adolesciencia ha seguido su penoso ejemplo, dando la vida por perdida y entregándose a cualquier clase de escabrosa y desaforada embriaguez.