A la vista está que escribir en forma blog lo que no es blog viene siendo como hablar en verso por la calle: habrá sin duda quien valore el esfuerzo y se compadezca, pero la mayoría de la gente le tomará a uno por loco y gritará pidiendo auxilio. Es por esto y otras razones de penoso enumerar que me despojo de este raído gabán y lo guardo en el armario para que las polillas le hagan merecido velatorio. Quedo pues en pijama, expuesto al frío y otros rigores pero también suelto, ligero y con mayor y más cómoda holgura.
No puedo decir que la experiencia no haya sido edificante, toda vez que ha servido al menos de desahogo, por irónico y retorcido que éste fuere, pero una vez acabada la defecación no tiene sentido permanecer sentado en la trona, sólo cabe limpiarse con esmero los esfínteres y continuar la marcha con paso animoso. Encuentro además impropio de mi ahora sobrio y juicioso carácter aquel furor pustular que una vez me caracterizare, aquel berrinche ontológico que seguramente conviene al espíritu juvenil, pero que a la larga se convierte en lastre y estorba los movimientos. Tal vez aproveche esta experiencia para redactar uno de esos repugnantes pero lucrativos grimorios de autoayuda, y quién sabe si así podré amasar una pequeña fortuna a costa de la credulidad y orfandad espiritual de tantos zopencos y pusilánimes, que hoy día son legión, y no se olvide que tacita a tacita se hace el mar. Tal vez con esa fortuna pueda por fin llevar a buen término todas aquellas empresas que entre fanfarrias celestiales preñan mi imaginación, tal vez así, quién sabe, pueda hacer realidad esas visiones que me asedian en mis fiebres.
Quizá pueda construir aquel castillo erizado de púas y gallardetes que entreveo en las neblinas de mi delirio, todo él un laberinto; tal vez, por qué no, pueda fletar esa imponente nao en la que sueño surcar lejanos y hediondos mares; o hacerme por fin con un arsenal decente; o sustituir mi fláccido miembro pene por un majestuoso falo hidráulico de oro macizo, incrustado de pedrería; o entregarme desaforadamente a mi pasión por la ingeniería medieval, y construir cual si no hubiere mañana toscos y desmesurados mecanismos plagados de poleas y engranajes, orgías de cuerdas de esparto y vigas de madera basta y sin lijar, circuitos mecánicos de transmisión de fuerzas brutas que como por pentagrama se disponen y contorsionan a placer por un espacio tridimensional finito.
En cualquier caso el disparate continúa, pero ya no más de usté, y ya digo que en pijama.
Y con ésto, dicho queda.