martes, 23 de junio de 2015

La cara de Seinfeld

Para que un humorista tenga éxito tiene que tener una plasticidad particular. Me refiero a la forma de hablar y moverse, claro, pero sobre todo de su complexión, sus rasgos, su voz. Este es un hecho que los humoristas de éxito no suelen reconocer de buen grado, ya que de alguna manera desmerece su talento. Porque no tiene ningún mérito nacer con la cara de Seinfeld. Todo lo más, el mérito sería de los padres, siempre y cuando se hubieren apareado con la intención expresa de dar a luz a un sujeto de facciones ridículas.

No lo reconocen de buen grado porque, además, el nivel de las cosas palpables (y una cara es desde luego palpable) va necesariamente asociado a los aspectos más chuscos y groseros del humor. A sus formas menores. El humorista de éxito suele encontrar estas manifestaciones humorísticas deprimentes. No es raro que el humorista de éxito, en su vida personal, sea una criatura triste, atemorizada y frágil.

El propio Seinfeld, en uno de los episodios de su exitosa serie, se burla de forma velada de otro cómico que basa gran parte de su rutina en la imitación de diferentes voces. De nuevo lo chusco y lo grosero, de nuevo la mueca. La mueca es, sin duda, la forma más baja del humor. Es un humor simiesco ¡así de bajo! Y la imitación de voces no es más que la mueca de la voz, si bien su naturaleza intangible la sitúa un peldaño por encima de la mueca facial. Pero a su vez, el humor inteligente que debe practicar el humorista de éxito no es más que una mueca de concepto. Una torsión o cabriola del sentido.

Es por ello que el humorista de éxito no debe renegar de la mueca. Ni siquiera de la mueca física. El humorista de éxito necesita una presencia que le cualifique para el éxito, sea la combinación de rostro, voz y gestos, o una apariencia desastrada, o la propia cara de Seinfeld. La auténtica y genuina cara de Seinfeld, arrancada de su cráneo original, curtida y trabajada de una forma que pueda conservarse elástica y suave a lo largo del tiempo, una forma que acaba otorgándole una textura más parecida a la de una toalla que a la de la piel humana. La cara de Seinfeld, colgando textil de la barra de aluminio del cuarto de baño. La cara de Seinfeld, restregada cada mañana contra el rostro recién afeitado del humorista. Contagiándose por unas horas del aroma de su crema after-shave. El aroma del éxito.

10 de junio, 2013